«Venezuela y la Nueva Granada no están ya identificadas»
Un artículo sobre las políticas religiosas en las dos repúblicas a mediados del siglo XIX.
Durante la administración del general José Gregorio Monagas, reconocido como el Libertador de los Esclavos en Venezuela, se observa una política de conciliación con una decaída Iglesia Católica en Venezuela, como punto alto destaca la aceptación del sacerdote Silvestre Guevara y Lira como Arzobispo de Caracas, el cual por sus nexos familiares con los hermanos Monagas fue recomendado a los oídos del Papa Pio IX, Guevara llegaría a ser incluso el Presidente del Congreso Venezolano durante la gestión de José Gregorio. El día 13 de febrero de 1852, el flamante Arzobispo publicaría su primera pastoral, en la que reseñaría la cooperación entre el poder civil y eclesiástico como causa de su preconización como Arzobispo y los frutos que se podrían conseguir a la posteridad:
«Pongo mi confianza en los sentimientos católicos y disposiciones favorables a la Iglesia, del Presidente del Estado y de los demás magistrados que administran el poder público, de quienes por tanto espero una justa cooperación a mi celo pastoral por el esplendor del culto, la observancia de la disciplina eclesiástica, la reforma de las costumbres y la libertad de la divina palabra (…) Si, todos saben que los intereses de la Patria están fuertemente ligados a los de la Religión: que la alianza de la potestad que rige al mundo moral y religioso, lejos de ser un pacto sacrílego en perjuicio de la libertad y derechos de los pueblos, es la segura garantía y la mejor prenda de orden, de paz y de seguridad (…) Feliz el Gobierno que ha comprendido que el medio más seguro de hacerse respetable es el de respetar mismo nuestra sacrosanta Religión: que las instituciones políticas no son ni poderosas ni durables, sino cuando están apoyadas en la base inamovible de la Religión que les comunica su propia fuerza y su vida inmortal.»1
El Gobierno había entendido el beneficio social que prometía la protección a la religión, como lo demuestra la Memoria del Ministro del Interior Simón Planas, el cual Guevara cita con gran consuelo:
«Son demasiado conocidas las grandes ventajas que reporta la administración de un Estado con el auxilio de la Religión y de la moral, y estos elementos de orden y felicidad publica e individual, merecen la seria atención de los Legisladores, principalmente en las naciones en que, como en la nuestra, no ha ganado la civilización ni bastante desarrollo, ni la difusión que es de desearse, y siendo los Párrocos los mas a propósito para inspirar a sus feligreses tan importantes ideas, conoceréis que estas adquirirán mas extensión según se aumente el número de aquellos.»2
Del diario católico donde sacamos las alocuciones presentadas, procedente de Nueva Granada, se comentaba el contraste entre el gobierno Venezolano que propiciaba la celebración de un Concordato con Roma, y la persecución encarnizada contra la Iglesia que se observaba con el gobierno del General Hilario López.
Lamentablemente no se llegaría finalmente a un acuerdo sobre el contenido final del Concordato, aun así Monagas no desistiría y enviaría en calidad de Agente Confidencial a Roma al Dr. Luis Splieth para seguir gestionando el Concordato, pero este fallecería en Roma sin ultimar sus negociaciones en 1853.
También en la gestión de José Gregorio, el senado y el congreso negarían un proyecto de desafuero eclesiástico y aumentarían las contribuciones para el clero:
«Las cámaras legislativas de Venezuela, han negado un proyecto de desafuero eclesiástico, y han aumentado en la ley de gasto, la partida de dotación del clero en 24.000 pesos. Comparemos esta conducta con la de los legisladores de la Nueva Granada.»3
Además en el Congreso se expedirían decretos para favorecer a la construcción de templos, especialmente están el del 23 de abril de 1853, que establecía «un impuesto de medio por ciento sobre los derechos ordinarios de importación con destino a la reparación y construcción de las Iglesias de la República»4, del 22 de mayo de 1854 para la construcción de un templo en Maturín por ser «conveniente a la Nación propender por cuantos medios sea posible el aumento de la moral establecida en la religión de Jesucristo»5, del 20 de febrero de 1851 destinando un antiguo edificio para que se construya la Iglesia parroquial de Puerto Cabello, auxilios económicos para la Iglesia de Mérida y Barquisimeto con un total de 14.000 pesos, así como las asignaciones eclesiásticas para los seminarios y diócesis nacionales6.
Durante el gobierno de José Gregorio se da el recibimiento en territorio nacional del Monseñor neogranadino José Jorge Torres y Stans, primer obispo de Nueva Pamplona, quien había sido expatriado por la furia anticlerical del Presidente José Hilario López, Fue condenado a destierro hacia el mes de octubre del año 1852 y salió publicado en la Gaceta de Santafé el decreto de extrañamiento. El 6 de enero del mismo año, a los 81 años, humilde y anciano, salió de la ciudad, luego de 17 años de pastoreo, y emprendiendo camino a Venezuela ya que por su edad avanzada y mala salud no podía pensar en ir a Roma a donde ya había marchado el Ilmo. Sr. Mosquera. A lado y lado venezolanos y neogranadinos ofrecieron homenajes, los primeros alegres y los segundos con gran tristeza. Desde orillas del río hasta San Antonio del Táchira una multitud de gentes acompañó al prelado entre músicas y flores y fue recibido en la casa cural por el cura propio del lugar.
Compartimos a continuación la transcripción de un artículo del citado diario El Catolicismo, en qué se comparan los sucesos eclesiásticos en las dos repúblicas. 7
Tenemos la satisfacción de dar lugar en las columnas de El Catolicismo
á los documentos oficiales que preceden como los que sobre la legación de Venezuela en Roma ha publicado la Gaceta oficial de esa República.
Dos sentimientos opuestos han asaltado nuestro espíritu al ver al
representante del Gobierno venezolano ante el Sumo Pontífice con todo el respeto i veneración de un verdadero católico i fiel hijo de la
Iglesia dirijir á Su Santidad la palabra á nombre de su Gobierno para
solicitar el arreglo de sus mútuas relaciones por medio de un
Concordato que asegure conforme a los principios católicos i
circunstancias presentes, los negocios eclesiásticos de la República.
Si nosotros hemos esperimentado un sentimiento pero al propio tiempo
un sentimiento de dolor viendo el contraste de Venezuela i la Nueva
Granada: la fidelidad i juicio de aquel Gobierno que, no desconoce ni
el remedio de los males que aquejan la sociedad presente ni los deberes que en su misión tiene para con la nación católica que le ha conferido el poder que ejerce sobre ella i esto cuando vemos al Gobierno que domina nuestro país que desconociendo sus deberes desoye el voto público é interesado en la causa del mal moral que consume i aniquila el cuerpo social, desconoce de hecho la autoridad de los cánones de los Concilios; desprecia la del Sumo Pontífice cuya persona se insulta en las Cámaras i á su Legado ya se le habría arrojado con ignominia de la República si no se hubiera temido i con buenos fundamentos, el tener que habérselas con un poderoso aliado de Su Santidad que habría dado, puede ser, con el rojismo granadino en tierra al primer desmán.
¡Qué contraste el de las dos Repúblicas! Ellas no habían marchado nunca paralelamente en la vía relijiosa i menos en el sentido ortodojo. Una gran diferencia se dejaba notar siempre entre los dos pueblos. Los mismos venezolanos lo conocían i aún se picaban un poco de haber avanzado más en la vía de la ilustración porque eran más relajados que nosotros. Por eso llamaban á Bogotá la mística ciudad de Dios, idea que hacían estensiva á casi toda la Nueva Granada. Esta República siempre se había distinguido por su carácter eminentemente católico; él constituía su verdadera fisonomía; mientras que Venezuela por el contrario, parecía ser un país destinado al indiferentismo relijioso; mas hoi vemos trocados los papeles; Venezuela se presenta como católica ejemplar a la faz del mundo, mientras la Nueva Granada, con escándalo de todos los buenos nacionales i extranjeros, maldice al catolicismo, proclama el socialismo, i quiere hacerse una especie de relijion ó mito de gólgotas que ellos mismos no lo entienden porque no entienden mas sinó, que, de ese modo harán olvidar el catolicismo al pueblo ignorante que no les admitiría derechamente el ateísmo, que es de lo que tratan.
Pero no digamos que tal sea la Nueva Granada. No: la Nueva Granada, es
decir los pueblos, la mayoría, siempre son los mismos; relijiosos i
eminentemente católicos: la nación nunca ha dejado de ser lo que ha
sido aunque en ella haya hecho ya bastantes estragos la impiedad i el
escepticismo sistematizados desde la enseñanza de Bentham, autor en
que se enseñó á negar la conciencia, la vida futura i á sobreponer la
utilidad individual á la utilidad pública. No es á la Nación; no, á
quien hoi da ejemplo Venezuela; es á los que la gobiernan, es á los hombres del circulo vicioso que dueños del poder público sin dejar de hablarnos en sus alocuciones i sus periódicos de libertad, de leyes i contra el despotismo, atropellan las leyes nos dejan sin libertad i nos arrebatan nuestras garantías semejándose con tal conducta á los ladrones que se apoderaron de la casa de la Señora Fuenmayor que cuando la tenían bien asegurada i le robaban sus intereses, le daban reglas para premunirse contra los ladrones i mui oficiosos haciendo que hacían la servían el alimento, le tendían la cama mientras llegaba la hora de irse de la casa sin ser vistos ¡O patria! ¡O libertad! No fué esta la tierra de promisión que vieron nuestros padres en el año de diez cuando proclamaron la independencia, sinó la que con ojo
perspicaz vió el Jeneral Bolívar desde el año de 28 en que la llamó «tierra de maldición i de crímenes en que las constituciones son libros, las leyes papeles, i la vida un tormento.»
Estos nuestros gobernantes no ha mucho tiempo que nos presentaban como un modelo de escelente política el gobierno de Venezuela i se hacían
un deber de identificarse con él. ¿Se identificarán ahora? Eso no.
Cuando el gobierno venezolano establece sus mejores relaciones con la
Santa Sede, el de la Nueva Granada romperá las que tenia. Así lo
intenta, i tal proceder nos manifiesta que este Gobierno, o lo que es,
está dispuesto a identificarse siempre con lo malo; pero nunca con lo
bueno. Se identificaba con la administración Monagas que asesinaba los Congresos; pero no se identificará con la administración Monagas que celebra concordatos con el Papa. Esto seguramente proviene de que allá hai patriotismo de buena fé en los hombres públicos i aquí no: de que allá el gobierno, como ya hemos dicho, no desconoce su misión i aquí
no hace caso de ella. Aquí la misión del gobierno es de partido í
nadie podrá contradecirlo cuando el mismo Jeneral López tuvo la bondad
de advertirnoslo en su programa de gobierno. En él dijo que gobernaría
con su partido. Lo ha cumplido i ha hecho más, porque no solo ha
gobernado con su partido sino para su partido.
He aquí la razón por qué, leyes, política i todo cuanto esta administración ha emprendido i ejecutado, todo se ha dirijido a destruir la relijion católica en el país; porque ese partido ha sido formado en odio de la moral cristiana que tanto molesta á los modernos epicuréos de Bentham, i á los sectarios del sistema de la atracción pasional de Fourrier. En el código de lejislacion venezolana no se hallan también garantizados los principios católicos ni los ciudadanos tan esplicitamente asegurados en el ejercicio de la relijion católica, como se hallan en la Constitución i leyes granadinas; i contodo aquí se conculcan los principios católicos i se hostiliza á los ciudadanos en el ejercicio de la relijion cuando allá se protejen. ¡Qué contraste! ¿Por qué no se identificará ahora, o por qué se habrá dejado de identificar ya nuestro Gobierno con aquel? Ya lo diremos.
Además de los artículos constitucionales que garantizan la Relijion católica tal cual ella ha sido siempre, el Gobierno ha tenido el deber especial de celebrar un concordato con el Papa. Este deber se halla prescrito en la misma lei de donde creé sacar el derecho que tiene para mezclarse en las cosas de la Iglesia. Hablamos de la peregrina lei llamada de Patronato, por la cual nos declaramos herederos forzosos del difunto Don Fernando 7. que gozaba del derecho de Patronato concedido por el Papa como á Rei de España i de las Indias bajo condiciones estipuladas con sus católicos predecesores, las que nuestro gobierno ha separado de la herencia, pues que, no solo no las cumple sino que hace lo contrario, porque en lugar de ser protector de la Iglesia se ha declarado en perseguidor de ella. I no se crea que el cargo que hacemos sobre la no celebración del concordato con el Papa, pesa solo sobre la administración del 7 de marzo. No: él gravita sobre todas las demás i es uno de los pecados que contra la Iglesia han cometido los hombres públicos del partido conservador i por los cuales la vara de la Divina justicia pesa tan duramente sobre todos nosotros.
No hai duda que si el Gobierno de Venezuela es consecuente con los principios que el Presidente Monagas manifiesta en la nota que dirijio á Su Santidad cosechará frutos de orden, de paz i de prosperidad porque los principios católicos son por exelencia los principios de orden i de civilización. Así como la Nueva Granada siguiendo un corriente contraria al tomar por elemento gubernativo los principio de la impiedad, recojerá frutos amargos de anarquía que la lleve hasta el abismo de la barbarie, porque este es el órden natural de la cosas i el resultado de premisas que jamás han engañado en su consecuencias.
Al través de las diversas anomalías que se presentan en nuestro país,
ninguna nos admira tanto como la de ver á ricos propietarios, que aun
han pasado por conservadores, ausiliando con continuos empréstitos á los hombres de la actual administración; es decir, á los jefes de la junta de espoliación nacional, á los que han tomado por medio político
las doctrinas socialistas i que las han metido en las cabezas del pueblo i concitándolo contra los ricos; á los que han armado en el Cauca á los negros i bandidos con el látigo para que azoten á los propietarios, los roben i les talen sus haciendas proclamando el comunismo; en fin, á los que han enseñado á los mozos de los talleres i á los muchachos á escribir en las paredes de las calles con la punta del puñal «mueran los ricos abajo los de cazaca la propiedad es robo»…. Esto es inaudito, porque es cargar el combustible para la hoguera donde deben ser quemados esos mismos ricos. No queremos reflexionar sobre el mal que hacen a su conciencia, prestando ausilios á quienes dirijen todas sus maniobras i toda su política el fin principal de destruir la creencia relijiosa del pueblo.
No parece sino que este pobre país ha caído en manos de sus peores enemigos. Nada exajeramos; muchos de los mismos del partido llamado
liberal, confiesan paladinamente que el país está perdido: que la
administración ha desmoralizado las masas i que ha dejado robar la
hacienda pública al paso que hace gravitar insufribles contribuciones
directas sobre el pueblo. Los estranjeros dan igual testimonio por
medio de los periódicos en diversos países. I el mal (con escepcion de
los interesados en hacerlo) todos saben de dónde viene, todos ven que
viene de la pérdida de la conciencia i esta de la falta de relijion: Cuando los hombres no ven más allá del sepulcro un juez que los ha de castigar ó premiar según sus obras, ya no hai que esperar de ellos nada más que el egoísmo, la soberanía del yo que a todo se sobrepone. Entonces no hai patriotismo por mas que se diga; la fidelidad, la honradez, todo queda reducido á palabras con significado contrario. Con tales jentes no puede haber orden, ni magistrados, ni buenos
ciudadanos: todo gobierno es imposible, pero más imposible la
República. El que no es esclavo de su conciencia es esclavo de sus
pasiones; i el que es esclavo de las pasiones es un demonio ¿Cómo
estará nuestra República dominada i gobernada por hombres esclavos de
sus pasiones? Cómo ha de estar; como en manos de los demonios.
Parece que la actual administración de Venezuela há comprendido
perfectamente bien todo esto, i que escarmentando en cabeza ajena trata de aplicar el remedio único que puede curar el grave mal de la sociedad presente. No viene este mal de la pobreza, como dicen los
trastornadores públicos, i entre tantas pruebas como hai contra esta capciosa idea basta para convencerse de su falsedad echar la vista sobre los que componen los grupos ajitadores que traen en movimiento continuo la sociedad Los individuos que los forman no son de las clases más pobres de ella, no son los jornaleros ni los carga fardos, son los maestros de oficios bien acreditados que abandonan el trabajo del taller que les produce, por meterse á políticos de corrillo: son los que por estarse en los clubs democráticos discutiendo sobre
abolición de penas i otras cosas que no entienden, quedan mal con los
que les han encargado obras que detienen indefinidamente en los
talleres. Si se aprehenden ladrones, si se cojen monederos falsos, no haya miedo que sean de la clase más miserable i pobre. No; por lo común son artesanos de oficios productivos, son mercachifles que tienen tratos en el comercio; son doctores i abogados que hasta de jueces los hemos tenido mientras dirijian la cuadrilla de ladrones que asaltaban en la mitad del día como los que asaltaron al Sr Andrés Caicedo, la Sra. Fuenmayor i tantas otras. De esta clase han sido casi todos los famosos criminales que se han descubierto; i ¡siempre demócratas! ¿Qué quiere decir esto? Qué otra cosa sino que el malestar
social no proviene de miseria en el pueblo ni de falta de trabajo sino
de inmoralidad. Cuando hai una epidémia en el orden físico los
primeros en quienes se manifiesta i cunde es entre los que tienen
predisposicion para ella. Si esta epidémia moral procediera de la
pobreza ¿en qué clase se manifestaría primero sino en la ínfima del pueblo como más predispuesta á sufrir el hambre por carecer más de recursos? Pues si los robos, que es el vicio más dominante i el característico de la época, las falsificaciones i demás crímenes que se cometen tan a menudo, fueran efecto de tal causa, claro está que los perpetradores de ellos se hallarían siempre en la clase más pobre de la sociedad. Pero no son esos en lo jeneral los famosos criminales, sino los que tienen comodidad i abundancia i también hai ladrones ricos i de mui alto bordo. Luego no está la causa del mal en la
miseria.
Nosotros deseamos sinceramente que Venezuela i los demás Estados hispano-americanos se preserven de la mortífera epidémia moral que infesta nuestro país; pero es preciso que entiendan que fuera de la relijion no encontrarán ni preservativo ni remedio. Por más que los filósofos escépticos del siglo pasado, (con más talento que los del presente) hicieron para formar un orden social sin Dios, nada adelantaron. Federico decía que si él quisiera castigar una nación, la
entregaría para que la gobernasen los filósofos incrédulos. Voltaire decía que si no hubiera Dios sería preciso inventarlo para poder gobernar á los hombres.
Mientras que el actual Presidente de Venezuela dirije por seguro rumbo la nave del Estado, nosotros nos vemos engolfados en un mar borrascoso i en un vajel manejado por locos furiosos i por muchachos inexpertos que sin atender a la brújula revuelven el timón para una i otra parte, no pensando más que en satisfacer sus pasiones i con el ojo á la chalupa para librarse ellos el día del naufrajio i dejarnos perecer á los demás. Este buque se va á pique i perecemos todos si Dios, que es poderoso increpar á las olas del mar embrabecido i para resucitar a los muertos de cuatro días, no obra un milagro en la futura
administración. Nosotros no desconfiamos. La presente administración Monagas se temía en Venezuela como el último de los males i no ha sido así. Ya estamos viendo cuan diferente es de la otra. Dios es dueño de mudar el corazón de los hombres, cuando conviene á los fines de su Providencia i del que era un perseguidor del nombre de Jesús, hizo un vaso de elección. I después de esto, por el orden natural de las cosas, es de esperarse que los años i el aspecto que han tomado los negocios, hagan abrir un poco los ojos al futuro residente ¡Qué campo el que se abre en su presencia el día 1. de abril! ¡Qué campo para un hombre de experiencia, de buen sentido i patriotismo! El futuro Presidente es un médico en cuyas manos se pone un enfermo moribundo; si él no está ciego i conoce que el sistema que se le ha aplicado es mortífero, no hai que puede darle la salud i tanto mayor será su cuanto más desesperada sea la cituacion enfermo.
Hai ya por fortuna un gran juicio abierto sobre el estado político de
la Nueva Granada. No es el juicio del partido conservador el que condena la politica de la administración del 7 de marzo: es el juicio los europeos indiferentes i el de los americanos de Washington que entienden mui bien de libertad i de república. Aun es mas: es el juicio de de los mismos del partido llamado liberal que á boca llena i sin rebozo confiesan que el país está perdido.
¿Qué deberá entónces hacer el nuevo Presidente? ¿Seguir con la misma
política con que se nos ha perdido? Parece que no, porque era necesario que fuese un estúpido cobarde.
No se necesita más que conocer cuál es la verdadera misión de un gobierno republicano i libre. Se entiende, si es que hai patriotismo i se procede con lealtad: si es que no se han perdido ya las nociones del bien i del mal; si es que no se ha perdido ya la idea de lo que siempre constituirá en el mundo civilizado la grandeza de los hombres
públicos. Esta misión es mui sencilla; no se reduce más que a atender
al querer de la mayoría i al objeto que ella se ha propuesto al adoptar un sistema político; pero es preciso no finjirse mayorías, no hai que procurárselas artificialmente á fuerza de anular votos, á fuerza de esclusiones como hasta ahora se ha hecho i por cuya razón, se ha desvirtuado i desacreditado el sistema en términos de no haber ya quien quiera votar. Ahí están los rejistros que dan testimonio de esta verdad; i este es el más fuerte argumento contra la presente administración. En resúmen, es preciso que la libertad sea una realidad i no una ficción. Es preciso que lo mismo sea la tolerancia
que tanto se ha preconizado para convertirla luego en la intolerancia
más bárbara i absurda en los cuatro años de liberalismo. I sobre todo, es preciso tener presente que las cuestiones de relijion siempre han
sido i son las que ponen el país en combustión. Pero ¿porqué? Porque
siempre ha habido el prurito de inovar i de destruir lo que los pueblos quieren conservar intacto; prurito que ya no viene de yerro de entendimiento sino del espíritu de rapiña que tiende a echarse sobre los bienes de la Iglesia: i mas del espíritu de incontinencia que no se halla bien con que el freno de la relijion contenga dentro de los
límites de las buenas costumbres al sexo que siempre inclinado á la
piedad rechaza las pretensiones de la lascivia. I por último: es preciso que el que mande tenga presente que si las cuestiones relijiosas conmueven los pueblos, es por que los intereses
espirituales son mas preciosos que los materiales i por eso, nadie, al elejir el sistema republicano, pensó en alterar el sistema católico; los granadinos no queremos ser republicanos si para ello es preciso dejar de ser católicos: primero somos católicos que republicanos i por lo tanto, la autoridad del Sumo Pontífice en la república como jefe de la Iglesia, en nada se ha menoscabado para nosotros por el sistema político. La República que nuestros padres fundaron fué una república católica, así como parece entenderla el actual Presidente de Venezuela i así como fué aceptada por la mayoría de los pueblos: mayoría que no debe ser ahogada por un puñado de inmorales perturbadores que desconocen estos principios.
Diario El Catolicismo, 1 de mayo de 1853, Semestre 7, numero 85.
Diario El Catolicismo, 1 de mayo de 1853, Semestre 7, numero 85.
Diario El Catolicismo, 8 de mayo de 1853, Semestre 7, numero 86, pag.746.
Actos legislativos del Congreso de 1851, pág. 30
Actos legislativos del Congreso de 1851, pág. 138
Actos legislativos del Congreso de 1851, pág. 7
El Catolicismo, Semestre 6. Bogotá, 1 de febrero de 1853. Número 75. Pág. 644-646.