Episodios de nuestros partidos históricos: la facción liberal-monarquista.
Venezuela y sus liberales de todos los colores.
El tema de los Partidos Históricos en la Venezuela decimonónica ha sido estudiado aun vagamente en la intelectualidad criolla, a pesar de los esfuerzos realizados por connotados escritores de la talla de un Domingo Antonio Olavarría, Pedro Manuel Arcaya o Laureano Vallenilla Lanz, es evidente que para los iniciados -y mas allá de estos- la historia de nuestros partidos ha sido simplificada en la temática de los godos obscurantistas, representantes del privilegio y de las ideas tradicionales, contra los apóstoles de la democracia, la civilización y la libertad popular, holladas vilmente por los oligarcas; llámense respectivamente el colorado partido conservador y el amarillo partido liberal. Esta interpretación ha sido funestísima, por lo menos en lo que concierne a la primera mitad del siglo XIX venezolano, a la hora de establecer conceptos sobre dicha época, llegando hasta los días de hoy en las obras escolares donde de expone un leve puñado de lo que es el origen mismo de nuestra república. En ocasiones, parece que los roles que se les asignan a nuestros partidos se invierten a la hora de examinar la composición de estos, el accionar de sus integrantes y la forma de gobernar que preconizaron a la hora de asumir el poder, pero coincidiendo claro está, en que mas allá de las doctrinas o ideales que profesaron dichas agrupaciones, la necesidad del hombre providencial y el personalismo absorbente siempre quedo incólume.
El godo Domingo A. Olavarría, en un muy completo escrito a finales de 1893, dedicado a desmentir algunos preceptos históricos de los liberales, se detiene a subrayar la discordancia entre las etiquetas partidarias:
«Por los antecedentes, tendencias y actos legislativos, se comprende fácilmente que los verdaderos liberales de Venezuela han sido los que llevan los apodos opuestos; pero que los llamados liberales han tenido la habilidad de tomarse insistentemente ese calificativo (…) al paso que los otros han incurrido en la candidez de dejarse apostrofar al gusto de sus contrarios»1
Posteriormente Olavarría se atreve a sentenciar «que los nombres adecuados para los partidos antiguos de Venezuela, son: para el titulado liberal, RETRÓGRADO; para el tildado de godo, PROGRESISTA»2
Aunque cegado por alguna pretensión de demostrar su fe liberal (de la cual en la Venezuela decimonónica todos los actores políticos quisieron exhibir), el juicio de Olavarría rompe positivamente con la falsificación de la historia partidaria de aquel tiempo.
Me propondré en este momento, reseñar un suceso poco comentado en las principales obras históricas del país. Sucede qué una interesante carta escrita el 25 de septiembre de 1845 en Capaya, dirigida al entonces Presidente de Venezuela, el General José Antonio Páez, escrita por el entonces Capitán de nombre Miguel Acevedo, un oficial que participo en las guerras de independencia desde 1821, y que destacaría en la guerra federal con los liberales, obteniendo el rango de General. Francisco González Guinán, reconocido apologista del guzmancismo, así como otros historiadores de la misma filiación tardía en el siglo XX, renombrarían al General Acevedo como uno de los fundadores del sistema político democrático-federal.3 Ya observaremos más adelante la disyuntiva que esto propone. La situación en qué Páez recibe la mencionada misiva es el de la espectativa de que sucedería una segura implosión política y social, que iniciaría al año siguiente con la insurreción campesina comandada por Ezequiel Zamora y el Indio Rangel. Aquí se cae la careta de que la administración conservadora fue un modelo cuasi-perfecto de lo que sería una república constitucional, el filosofismo de los legisladores de 1830 poco pudo intervenir en lo que era la constitución efectiva del pueblo venezolano, que ciertamente se demostró con el necesario dominio de los Libertadores.4
Es gracias al General Páez que tenemos conocimientos sobre la misiva, la cual comparte primero en su exilio por declararle la guerra al gobierno del General José Tadeo Monagas, a quien Acevedo como liberal apoyó, lo cual considero Páez una traición, encontrando motivos para publicarla5, tiempo después la mencionaría en su Autobiografía. Acevedo era mensajero de una facción del Partido Liberal, que no quería a Guzmán de líder, el quien a nombre de un llamado Partido Liberal Monarquista, compuesto por un selecto grupo militar según el propio Acevedo, exponiendo severas críticas a la constitución liberalista de 1830, forjando la argumentación boliviana de la repúblicas aéreas e impracticables, de la complicación de una administración excesivamente teórica y la necesidad de un gobierno simple, energético y vigoroso. en la misiva también se trato de hacerle ofertas para atraer al partido monarquista la figura de Páez, quien la rechazo categóricamente, el Centauro no iría en contra de sus principios y obra política. Este argumentaría que estos militares apoyarían posteriormente a José Tadeo Monagas para consolidarse en la presidencia y llevar a cabo sus designios de reformar la constitución y cambiar el sistema de gobierno, aquí la carta de Acevedo:
«Desde el pronunciamiento de Venezuela por la separación de Colombia he sostenido con mi pequeño contingente la nacionalidad de aquella, su constitución y leyes. Hasta hoy no he variado, ni variare de conducta. Esto es el deber. Mi conciencia es otra cosa. Aquí tiene V. E. un hombre que obra por obligación conservado la independencia de sus convicciones enteramente opuestas a lo mismo que ejecuta. Obedece al gobierno que se ha dado la nación, con fidelidad, pero está muy distante de creer que sean cónsonas al país la constitución y leyes que sostiene.
Los hombres que compusieron el constituyente de Venezuela aturdidos con el deseo de destruir el único poder que impidiera la anarquía desenfrenada, sin pensar en otro que le sustituyese, agitados de una pasión ciega, exigieron y V. E. les concedió cuanto pedían a nombre de la patria con una lealtad y desprendimiento sin ejemplo. Esos mismos construyeron la caja de Pandora y en ella la virtud y el vicio, la indolencia y el merito, la ilustración y la ignorancia, la impavidez y la modestia, el ser y no ser, todo quedo confundido y destrozado entre las manos de unos seres que si bien poseían inteligencia y buenas intenciones, estaban muy distantes de acertar en un país tan heterogéneo y desierto que excita el vandalismo. Abriéronle la puerta y ya se empiezan a ver los efectos de ese delirio. V. E. lleno de pureza, no quiso darse a sospechar de ambicioso: se dejo atar. Sus amigos se resfrían, los indiferentes conspiran y muchos de aquellos que tomaron parte en tan triste escena, se valen de esas armas para deprimirle. La enfermedad progresa. V. E. esta en holocausto. ¿Heroico, pero inútil sacrificio???
Fue generoso y voluntario el despojo de V. E hizo de su poder dándole la investidura constitucional por hacer feliz un pueblo que en parte se alza contra esa misma virtud. No ve V. E. en las filas de sus enemigos muchos de los que en el año 29 le hicieron pasar el Rubricon. V. E. lo paso poderoso, no para tiranizar cual otro Cesar. Sino para rendir su valiente espada ante las aras de la libertad. Pero era esta un libertinaje escrito en la constitución que sin fuerza para hacer el bien, y sin estímulos para aspirar, no puede resistir el mal. Las leyes de concierto según su base y por lo mismo no pueden todas reunidas hacer la felicidad del pueblo ni lo harían jamás. Para ser felices es preciso tener orden, y sin este se amortizan las virtudes sociales. Faltando estas dos potencias de moral y orden que dan las leyes y la fuerza bien calculadas, nada bueno existirá. Nuestra constitución es una sombra venenosa y el gobierno la miniatura entre gigantes. Nada valen uno y otro para establecer el esplendor nacional, la seguridad individual y el merito adquirido. Todo es teoría, solo el mal es realidad. Los constituyentes creyeron que legislaban en una corte celestial. Tomaron Ángeles por hombres, apenas conocían lo que pisaban. Sueños o caprichos disparados por la fantasía!!!6
El presidente es un ente privado de sentido maniatado sobre una silla y comprimido con el peso de inútiles leyes que lo exhiben en ridículo. El congreso es el cuerpo misterioso que hace menos cuando mas trabaja. Los Gobernadores, Jefes Políticos, Alcaldes y Jueves de Paz en la línea gubernativa, son otras tantas Momias que se desprenden de esas leyes como por diversión. En el ramo judicial, el dilema es más difícil de explicar. Se puede tener por fenómeno de distintas apariencias. Aereolista luminoso en cuyo poder civil fundo toda se belleza esa gentes deslumbrada. Sus huellas son mortíferas. La parte municipal, es el escollo de los derechos políticos en las elecciones. Su constitución va por diferentes cartabones. La policía primera atención de todo gobierno, no la conocemos. Apenas le sabemos el nombre. (…) La milicia es todo un pecado mortal. Siendo la profesión más honrosa se ve como degradante, efecto todo de aquel código disolvente (…)
En días pasados me hizo una visita el señor comandante (*)7 Se explico con franqueza. Desea un gobierno que de seguridades: un gobierno vigoroso. Pertenece al partido Liberal monarquista. Expuso que una gran parte de la gente sensata que corresponde a este partido opinan como él. Que son liberales porque no se acomodan con el sistema actual, pero que no tomaran por Jefe a Guzmán. Que les falta caudillo y que al presentarse uno de aquellos próceres de prestigio que brinde confianza todos estarían con él (…) que ese código (1830) solo daba garantías al perverso de que el bueno no necesitaba».
Se podría aducir que varios militares que se pudieron formar parte del partido liberal monarquista eran en buena parte los antiguos partidarios del Libertador en vida, ya que estos apoyaron a Monagas para consolidarse en el poder y repeler a los godos, entre ellos encontramos a los Generales Mariano Montilla, Diego Ibarra, Laurencio Silva, Carlos Castelli, Antonio Valero entre otros, ademas de reseñar a los seguidores de Mariño, orientales y con máxima afinidad a Monagas, todos estos Generales coincidían en el apoyo de la aplicación de la Constitución Boliviana en la antigua Colombia y varios fueron impulsores del plan monárquico en dicha república, muchos de estos acompañaron al Libertador en sus últimos días en Santa Marta. Los otros se sostenían en la figura de Mariño para consolidar una república autoritaria después de los sucesos de 1830.
La vida del entonces coronel Acevedo seguiría con su fidelidad al gobierno de los Monagas y su participación destacada en la guerra brava de la federación, siendo también uno de los más fervorosos partidarios de la Confederación Colombiana que se planteaba por aquellos días. Su fama por la carta enviada a Páez sería de transcendencia en el tiempo, siendo aprovechado esto por sus enemigos políticos, como el joven Antonio Guzmán Blanco, quien por temor a la influencia de este lo llegó a encerrar en prisión, Acevedo le respondía a Guzmán en una hoja suelta a mediados de 1863:
«General Guzmán: habéis tenido autoridad para ultrajar pero no para imponer miedo. Los generosos Jefes de las fuerzas federales, no son nuestros verdugos. Dicen que me perseguís por monarquista, por colombiano y por amigo de los negros. Muy bueno; mil gracias por tan melifluo corazón, pero acordaos, ingrato, que le debéis a Monagas la vida de vuestro padre con un piquito más, y yo sin merecerle nada, tengo a honor haberle sido fiel, como lo fuí siempre con todos mis superiores».8
Domingo A. Olavarría, «Estudio histórico-político», Segunda Edición (1893), Valencia; pág. 234.
Ídem; pág. 237
Francisco González Guinán, «Historia contemporánea de Venezuela» Tomo IX, Tip. El Cojo. Caracas (1910); pág. 404.
Cómo bien afirma Vallenilla Lanz, «del año 30 al 47, que comprende el periodo mal llamado conservador, no hubo un solo día de paz en Venezuela». Cesarismo Democrático, Colección La Palma Viajera (2000); pág. 197.
Páez publicaría está carta en el diario titulado «El Revisor de la política y literatura americana», propiedad del guatemalteco Antonio José de Irisarri. Precisamente en la edición numero 4 del 31 de marzo de 1849.
Imposible no notar una semejanza de este párrafo con las palabras del Libertador en el inolvidable discurso en Angostura:
«Son laudables ciertamente los hombres que anhelan por instituciones legitimas y por una perfección social; pero ¿quien ha dicho a los hombres que ya poseen toda la sabiduría, que ya practican toda la virtud, que exigen imperiosamente la liga del poder con la justicia? Ángeles, no hombres, pueden únicamente existir libres, tranquilos y dichosos,ejerciendo todos la potestad soberana». Memorias del general O’Leary, Tomo XVI; Caracas (1881). Pag. 238.
(*) Páez decidió censurar el nombre del jefe a quien se refiere Acevedo.
José Santiago Rodríguez, «Contribución al Estudio de la Guerra Federal en Venezuela» Tomo Segundo. Editorial Elite (1933), Caracas; pag. 419.